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jueves, 15 de octubre de 2009 | |


LA ENCARNACIÓN DE LA ESCRITURA; ENTRE EL ORGULLO Y  LA VERGÜENZA



Relatos a flor de piel

Llevo mi orgullo sobre mi piel,
Mi orgullo siempre ha sido parte de ella
Llevo mi fortaleza en mi rostro
Proviene de otro tiempo y lugar
Te apuesto que no sabes que cada línea
Tiene un mensaje par mí
¿Sabías esto?

Moana Maniapoto, Moko*


Marcar la piel en vez de tan sólo el aire, inscribir un acto en vitela sagrada y no sólo enunciarlo y, manteniendo la memoria, sellar el alma (tapu) para protegerse de los males conocidos, eso es,  según los polinesios, tatawo; no escarificación violenta, como gran parte de la civilización occidental ha creído. Y empiezo haciendo esta diferencia, ya que será esencial para ayudar a los lectores interesados a esclarecer si lo que el vecino, la novia o él mismo lleva o quiere llevar en su dermis es el testimonio de una experiencia que ha elegido relatar o la mostración impuesta de una afrenta.
            Noemí Hourquebie, en un interesante estudio, nos dice que un tatuaje es un diseño “que siempre conlleva un relato (experiencia, deseo, pérdida, conflicto)”, por lo tanto llega a ser “el lenguaje complementario que facilita el acceso comprensivo al mundo real e imaginario del individuo”[1], sin embargo cuando roza los tópicos de la pérdida o el conflicto, la estudiosa no distingue entre la marca en la piel que se propone narrar una vivencia y aquella otra que es un rastro de pena infamante. La diferencia debe hacerse, pues es radical; si un tatuaje se presenta como una herida siempre molesta y sensible al tacto, la cual, además, esteriotipa a un sujeto, y en determinados contextos se prefiere ocultarla, entonces será mejor llamarle estigma; en cambio, si éste representa la cauterización de la vivencia por medio del impulso narrativo, merece ser llamado tatawo. En el relato del tatawo la experiencia adversa no degrada a quienes la han experimentado, sino que los dota de conocimiento cuando ejercitan la reflexión propia de la ilación de los hechos.
            Una leyenda maorí nos guía hasta los orígenes del tatuaje tribal, ésta nos relata el conflicto amoroso entre  Mataora y Niwareka. Mataora, cuyo nombre significa osado, desposó a Niwareka, pero, al poco tiempo, por celos, la golpeó. En verdad, el hermano mayor de Mataora, Tautoru, estaba apasionado por Niwareka, sin embargo, la joven no correspondía a tal sentimiento
y permanecía fiel a su marido, de tal manera que se sintió muy ofendida por el maltrato que él le dio. Así, Niwareka huyó al inframundo, el lugar en el que habitaba su padre Ue-Tonga. Mataora al percatarse de que Niwareka lo había abandonado decide descender hasta los dominios del  gran  Ue-Tonga, en el trayecto pasa por una serie de ordalías y cuando por fin logra llegar hasta la morada de Ue-Tonga, el joven se presenta visiblemente cansado; está todo sucio y en su cuerpo se deja ver el rastro de la lucha persistente que ha sostenido con el objetivo de recobrar el amor de Niwareka. Ue-Tonga escudriña los patrones dibujados que lleva Mataora en su piel, de ello deduce que es un visitante del mundo terrenal y se mofa de sus marcas, luego le advierte que si quiere deambular por sus dominios tendrá que hacerse un mejor tatawo, es decir, el llamado moko el cual es gravado en el rostro, la parte más sagrada del cuerpo. Mataora siente miedo pues el moko se marca con un afilado hueso de pájaro, previamente empapado de una tintura de hollín, que se usa como formón, haciendo incisiones profundas hasta penetrar bien la dermis. Cobrando conciencia de que sólo así podrá permanecer en el inframundo hasta encontrar a su amada, se deja hacer el moko. Para calmar el dolor Mataora canta su amor e invoca una y otra vez a Niwareka. Uekura, hermana mayor de Niwareka, lo escucha y corre a decirle a su hermana que un apuesto hombre no cesa de cantarle. Niwareka, quien se entretenía bordando una capa para su padre siente curiosidad, así que deja su labor y va a ver a Ue-Tonga para que le presente al valiente joven que se ha dejado marcar con el Moko, aun con el rostro intrincadamente dibujado, Niwareka logra reconocer a Mataora y lo perdona, Ue-Tonga le concede el derecho de volver a tomar a Niwareka como esposa, y muy a su pesar les permite regresar al mundo terrenal, pero le hace prometer a Mataora que llevará con dignidad su moko y que, además, le enseñará a su gente a leerlo, en él se ha escrito una lección que nos instruye acerca de la templanza. La experiencia de Mataora le ha revelado como controlar la violencia y el mal temperamento propio de los habitantes de nuestro mundo; su ta moko le fue grabado no como castigo por el maltrato dado a Niwareka, sino para que sea recuento y reflexión de sus acciones, a fin de cuentas, el conflicto de estos amantes da lugar a un viaje iniciático que debe inscribirse en la piel, igualmente Niwareka compartirá su vivencia con la gente de la tribu a través del ta moko grabado en su labio inferior y barbilla[2].
            A partir de esta leyenda, se le da sentido al tatawo; aquel que quiera llevar un tatawo debe tener un motivo personal para hacerlo y, sobre todo, “tiene que sentirlo en el alma”. En el contexto actual, un hombre revela la importancia del ta moko en su cultura cuando dice, “Mi Moko es mi libro para mi generación, ella lo lee para no olvidar sus raíces”,[3] Para los maoríes la historia se escribe con la conjunción de microhistorias que se signan en los rostros de su gente.
El moko ciertamente, le da a la piel el papel de archivo, pues “es una forma de conservar la memoria” ya que ofrece “la posibilidad de volver al estado de conciencia de hechos y actos transcurridos en el pasado”[4]. Sin embargo, el catálogo de elementos semióticos que utiliza esta relatoría de la piel puede ser resignificado por cualquier sujeto que viva una realidad distinta,  como ejemplo, sólo hay que preguntarse ¿Cómo leyeron esos libros-rostros la flota del capitán James Cook; y cómo los leyeron los misioneros que llegaron a las islas polinesias hacia 1797? Pero, complicando esto todavía más, tenemos que aun cuando se pertenezca a la misma cultura una brecha temporal puede producir la resignificación. Así, en la época colonial los maoríes sobreponen al relato del moko el valor de estandarte emancipador.
            El sentido del relato de un tatawo puede perderse igual que la de cualquier otro relato. La búsqueda del sentido prístino puede ser obstruida por consideraciones de diferente orden ideológico —religiosas, étnicas, estéticas.
            No obstante, sea cual sea el significado de un tatawo, es innegable que el elemento de fondo que prevalece es su artisticidad. La antropóloga Margaret Orbell en su estudio “El arte maorí del moko” evidencia esto cuando dice que llevar dicho tatawo tribal es como “tener tu nombre grabado en el rostro con hermosa letra”[5]. Desgraciadamente, también la comprensión de su artisticidad puede reducirse a una sola cosa; en el arte del tatawo el relato y su poética implícita se pierden, y es  el mero ornato lo que se aprecia de él.
             “La significación primitiva de los tatuajes se puede apenas adivinar: diferentes interpretaciones tiene curso, pero la coquetería cuenta por una gran parte”[6]


La letra con sangre entra
           
Llevabas un tatuaje en la barriga
con la frase siguiente: “la verdad
es inútil.” De noche y con dos copas
de más, todo tatuaje tiene morbo,
y éste además, tenía mucha miga.
Besé con avidez el aforismo,
y las letras se fueron diluyendo
en mi boca despacio, dulcemente
como perlas disueltas en champán.

Luis Alberto de Cuenca, “Tatuaje”. **



En el occidente, la capacidad relatora del tatawo se pierde, aparece entonces, en una primera etapa, el “tatuaje estigma”, el cual informa sobre que tan bajo es el círculo social al que pertenece la persona que lo muestra, sin pretender ir más allá para penetrar en su cultura. Ya en la sociedad actual, el tatuaje ha cobrado un nuevo valor, por lo que deja de ser privativo de marineros, criminales o de otro grupo marginal.
            La coquetería que menciona Natal de Cleene es el factor predominante. De la misma manera en que se usan las joyas o el maquillaje, se usa el tatuaje. Por otro lado, cualquier parte   del cuerpo puede ser tatuada, ello conlleva al fetichismo, ya que ciertas zonas de nuestra anatomía ofrecen una oportunidad para avivar el deseo. No es raro que en esta época una adolescente de buena familia quiera hacerse  un tatuaje en la barriga.
            Es indiscutible, también, siguiendo la idea de Kaj Bircket-Smith, que el exotismo que emana del arte del tatuaje nos lleve a establecer relaciones erróneas de interdependencia entre lo que representa éste y lo que representa una cualidad o potencia que tratamos de alcanzar[7], este equívoco nos remite a espacios mágicos, espacios que la mente configura tras asociaciones mistificadas. Para algunos sujetos el tatuador es un chamán que puede dotar a alguien de una capacidad o fuerza al marcarle la piel y en él, en muchos casos, se deposita la confianza de la elección del diseño.
            De acuerdo con Ferrer Cajigal y Pallís, los tatuajes occidentales se pueden clasificar en Jeroglíficos, inscripciones y leyendas, eróticos, religiosos, de profesiones, fantásticos, conmemorativos y humorísticos[8]. Aunque la mayoría de ellos son icónicos, en las siguientes líneas pondré atención en aquellos que dejan la letra en la dermis, porque la letra con sangre entra.
            En un mundo en el que los mensajes se pueden transmitir instantáneamente por medio de correo electrónico, Messenger o celular, puede resultar increíble que alguien escriba uno en vitela, como en los tiempos más antiguos, pero así sucede; tal vez no sea piel de ternera, pero es tan buena como ésta, la piel humana.
            El mensaje tatuado es una declaración que se sostiene hasta la muerte, de allí su valor.  ¿Qué tan claro quieres que quede tu mensaje? puedes hacerlo muy directo, sugerente o críptico. Si quieres que alguien pose su mirada en tu piel durante horas tratando de descifrar lo que intentas decirle, te aconsejo que uses una escritura como la WAU (World Unity Alphabet), si lo quieres religioso, hay siempre uno que se ciñe a tu fe; ¿eres católico? te diré que el capítulo 3, versículo 1 del libro de los proverbios se ha puesto de moda, David Beckham se lo tatuó, pero si lo que quieres es despertar fantasías eróticas escribe un mensaje que, como dice Cuenca, tenga miga.
            ¿Quieres un mensaje que además luzca estético? Cuida de elegir bien el tipo de letra. El mahometanismo tiene una máxima: “la caligrafía bella hace más clara la verdad”, no obstante, por muy bella que sea la caligrafía puede resultarnos oscura por ajena.
            Se ha puesto de moda tatuar nombres o refranes en chino, japonés o árabe debido a la calidad estética de su caligrafía.
            La escritura china tiene un origen esencialmente pictográfico, poco a poco se vuelve más compleja y se construye con base en ideogramas, sólo mucho después la escritura china desarrolla fonogramas, sin embargo muchos de ellos se sostienen en ideogramas que a su vez se sostienen en pictogramas. Para los chinos el dibujo y la escritura tienen un mismo origen que es divino y milagroso por tal motivo un fonograma se traza con el mismo cuidado con el que se traza un pictograma.
            Los caracteres japoneses del silabario llamado hiragana, surgido en el siglo X, igualmente poseen un cariz artístico; con ellos se empezaron a escribir poemas cortos cuyo tema era la naturaleza, los wakas, con unos cuantos trazos de pincel. De hecho la calidad de la caligrafía del hiragana inspiró la práctica de un dibujo sintético llamado hakubyo o dibujo en blanco.
            El alifato árabe tiene una larga tradición en cuanto al perfeccionamiento del ejercicio caligráfico. En su periodo clásico se formuló un tratado de caligrafía basado en diez normas en las que la precisión, la armonía, la elegancia y luminosidad eran los conceptos que les daban fundamento. Con el imperio otomano se comienza la renovación de dicha caligrafía, es la época del Nahda o renacimiento cultural, los turcos se distinguen por su habilidad y en el gremio de estos calígrafos se distingue aquél que también es bueno creando caligramas.[9]

            Estas caligrafías seducen, pero ¡cuidado! Hay que asegurarse de saber bien qué es lo que el tatuador pretende escribir, no sea que no coincida con lo que uno quiere expresar, pongo por ejemplo el caso de una chica que se tatuó el nombre del novio en el vientre, lo que le costó un dineral y todo para que pasados unos años, en un restaurante chino, le revelaran que lo que su tatuaje decía era “supermercado”[10]. Lo más curioso es que ella no abrió querella contra el tatuador ni se le ocurrió someterse al también caro y doloroso proceso de eliminación del tatuaje ¿Encontraría cierta relación —aunque fuera errónea— entre su novio y el supermercado? Debe ser que ambos la surten de una despensa básica.
            Después de esto queda la advertencia: aquél que desee marcarse la piel, debe ser capaz de elegir su propia marca, para que pueda ostentar un tatawo que refleje su ser y su vivencia, de lo contrario se expone a llevar hasta su muerte un motivo de escarnio.


[1]Noemí Hurquebie, “Archivo de una historia inscripta en el cuerpo: el tatuaje como expresión narrativa” en Narrativa: identidades y memoria, María Inés Palleiro (comp.), Buenos Aires, Dunken, 2005, pp. 201-214.
[2] Vid. S.P. Smith, “Te Kauwae-runga. Memories of the Polynesian Society” en The Lore of the Whare-wananga; or Teachings of the Maori Collage,  Nueva Plymouth, Polynesian Society, 1913.
[3] Hans Neleman, Nicole MacDonald, Pita Turei, Moko-Maori tatoo, p.28 cit.pos. Sarah K.J. Gallagher en “A Curious Document; ta Moko as Evidence of Pre-European Textual Culture in New Zealand” Bsanz Bulletin, vol.27 núms. 3 y 4, 2003, p.42
[4] Noemí Hurquebie, op. cit., p.202
[5] Margaret Orbell “The maori art of moko”,  Te Ao Hou, núm 43, junio 1963, p.32
[6] Natal de Cleene , Introduction a l’Ethnographie congolaise, cit.pos. Jesús García Pérez-Bances, “Dimensión semiótica del tatuaje” en Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llorach, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1979, p.566
[7] Kaj Bircket-Smith, Historia de la Civilisation p.215, cit pos Jesús García Pérez-Bances, id.
[8] Vid. María Rosa Carles Pastor, Yolanda Javierre Pérez, Ma. Mercedes Sabartés Ruescas, “El tatuaje” en Arte efimero y espacio estético,  José Fernández Arenas (coord.), Barcelona, Anthropos, 1988, p.241 (Colección palabra plástica).
[9] Vid. José Miguel Puerta Vilchez, La aventura del cálamo, historias formas y artistas de la caligrafía árbe, Granada, Edlux, 2007.
[10] Vid.  http://www.cuerpoyarte.com/2008-09-28/3995/un-tatuaje-en-chino-mas-un-error-mas/

* Moana Maniapoto es una cantante de Nueva Zelanda. Su carrera se inicia en 1996, la líneas citadas pertenecen a la canción “Moko”  la cual forma parte de la grabación titulada RUA  registrada por Tangata Records, NZ en 1998. Si quieres escuchar su música puedes seguir el siguiente enlace: http://www.moananz.com/music.html
**Luis Alberto Cuenca nació en Madrid en 1950. Además de poeta, es ensayista y traductor.  Ha obtenido algunos premios como «La caja de plata» en el terreno de la crítica y el  Nacional de Traducción

Darcy Nicholas, La gente de la tierra, acrílico sobre papel, 92.5x 72.5cm, 1977, tomada de:
Robyn Kahukiwa,  Ko te Hongi, serigrafía sobre papel hecho a mano,  45 x 60cm, 2003, tomada de:
Caligramas árabes, autoría anónima, tomados de: http://araboislamica.blogspot.com/2008/09/caligramas-y-caligrafa-rabe.html

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